viernes, 16 de agosto de 2013

Enniñecer con violencia

A medida que perdía los estribos, fui perdiendo también mis años. Con él, 

las cosas son al revés. Lo peor de todo es que no me regañaba en español. Me 

reclamó que me las diera de persona guais.


No se qué quiera decir eso en catalán, pero le respondí en mexica 

que está tlahuele, se siente huey tlatoani y no llega ni a macehual. ¡A ver si 

encuentra quién le traduzca! Y si encuentra, que no llore.


En algo tiene razón: ¿qué me importaban a mi sus maratónicas disputas? Era 

imposible no leerlas, era necesario hacerse una coraza de piedra que no tengo, 

para dejar de sentir la rabia y la impotencia de aquellos que se veían atacados

sin cómo defenderse.





El caralibro tiene un recurso, el inbox. Sirve para todos los enjuagues por 

debajo de la mesa. Me sentí como empresaria gringa, vendiéndole armas al 

enemigo en una guerra cualquiera.


No le hagan caso, está borracho, era el mensaje atómico que se corrió como 

pólvora, así como su historia de amor con esa mujer que se mete en foros que 

no son de su temática, que no respeta a la gente, porque los llena de mensajes 

frívolos y él ya la conoce de mucho tiempo para estar hasta los cojones de 

verla en todas partes, porque es más egoísta que víctima.




También se supo de otra señora que no pone fotos en facebook, por lo que 

había relatado que relató en el grupo, o si las pone, que no se le vea mucho la 

cara, para que no sean utilizadas maliciosamente; que se debe, en cuerpo y 

alma, al recuerdo de que le hackearon las cuentas de correo y el foro que 

administraba, que apuntala toda su decencia en el hecho de que sigue con el 

miedo de que cualquier persona que se le acerque en la red, sea esa gente.







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