lunes, 28 de septiembre de 2015

El Señor de las Rabietas


Jauriume ataca de nuevo



Todo era tranquilidad en el castillo de la Condesa de Chilangolandia. Nada parecía alterar la paz de la comarca. Jauriume el Terrible no daba señales de vida, vaya ni siquiera las mandaba de humo, o sea que ya no la había hecho de pedo.
Como en el Reino de Facebook las noticias corren pronto, se supo que dos personas emigraron en silencio.




Efectivamente, Jauriume Borlote Merolico no se conforma. Muy pronto demuestra sus deseos de venganza, pero  detrás de las murallas del Condado de Chilangolandia, la condesa ya tiene apostado a todo su ejército.
Según él, prepara su ataque. La estabilidad emocional que atrae la meditación brilla por su ausencia. El veganismo compartido con Mi Cachuchita la Hueca también sirve para puras vergüenzas. Ni qué decir de la férrea disciplina pránica.
Jauriume no sabe si volverse fakir o sentirse un clon de Childerico o un émulo de Carlomagno. Sólo acierta a proferir amenazas bajo la creencia de que el triste recuerdo de Don Gachupas del Palote  y sus Bodas de Pacotilla está, en su fuero interno, superado.

jueves, 26 de febrero de 2015

De las idas del cántaro al agua


Me inicié en el arte de trolear un día de finales del mes de marzo de 2013. Estaba en la computadora, con la ventana de mi Facebook abierta y me empezaron a llegar noticias de un amigo de España. Todas eran de pleitos que estaba sosteniendo en otros foros.

Cliqué cada una y eran discusiones de temas espirituales, religiosos, de ovnis y conspiraciones. En ellas, mi amigo estaba cuestionando a sus adversarios en forma puntillosa, obsesiva, e incluso llegando a la agresión y a la descalificación mutua.

Ya en otras ocasiones había intentado, por inbox, hacerle ver lo tonto que era discutir y querer imponer a la gente nuestro punto de vista. Fue como hablar con una pared. Entonces, tomé partido por sus adversarios, a quienes avisé que no le hicieran caso, que él no estaba investigando verdades de nada, que sólo tenía una borrachera seca y que más bien le tuvieran compasión porque era un enfermo alcohólico. Lo que pasó después, es que uno de esos contrincantes se lo dijo, para herirlo, y él me reclamó.

No me retracté. Cuando me dijo que no era normal lo que yo hacía y que estoy muy enferma, le pregunté que si jugábamos unas carreritas a ver quién se ganaba el trofeo de más loquito. Corolario, me bloqueó. Pero ahí no paró la historia. Dijo peste y media de mi en todos los foros en donde estábamos militando los dos.

Yo, aún bloqueada, pude leer sus ataques y contestarlos y, no contenta con ello, hice una página en facebook además de este blog, en los que me he burlado de su alcoholismo, sus aspiraciones espirituales y hasta de dos novias que tiene ahí en la red, a las que niega, pero que tolera para que le inflen la vanidad.

De esta experiencia he sacado algunas normas que, si observamos el seguimiento que suelen darles algunos usuarios aún sin darse cuenta, podremos identificar quién está troleando:

Verdades dichas por una misma persona, más de una vez, en un mismo post.
Envío de publicaciones con temas escabrosos, a los que no se les mira ni pies ni cabeza.
Crear controversia por crearla, esto impresiona a usuarios novatos.

El troll procede con diferentes fines; divertirse, desviar la atención de discusiones importantes, pero, lo principal, es que termina iniciando a la gente virgen en el difícil arte de trolear. ¡Entiéndase por favor que me refiero a virginidad cibernética!