Trolear o no trolear... he ahí el dilema. ¿Y qué puede ser más levantado para el espíritu? ¿Poner la otra mejilla cuando se recibe una bofetada, o contestar al abusivo con un puñetazo de la misma proporción del que se recibió? Quizá resulte mejor engañar al enemigo, sentarse a llorar para su beneplácito, para que se confíe y entonces, aprovechar el momento propicio para darle una buena puñalada por la espalda...